sapo, espía
SAPO (69), esa criatura de piel rugosa y ojos saltones que, al saltar, deja un rastro de misterio a su paso. En la penumbra de los estanques y las charcas, el sapo se convierte en un custodio de secretos, pero ¿qué pasaría si este anfibio no fuera solo un habitante del agua estancada, sino también un maestro en el arte del espionaje?
En un universo paralelo, el SAPO es el espía supremo. Dotado de una habilidad innata para mimetizarse con el entorno, puede deslizarse sin ser detectado, recopilando información y observando el mundo desde su perspectiva única. Su llamada croante es en realidad un código secreto, una forma de comunicarse con otros espías en el reino animal.
Cuando pensamos en el arca de NOÉ (2), imaginemos que entre los animales a bordo, el sapo tenía una misión especial. Mientras Noé estaba preocupado por la supervivencia y el bienestar de todas las especies, el sapo, con sus habilidades de espionaje, estaba recopilando relatos y historias de cada criatura, asegurándose de que las lecciones y memorias del mundo previo al diluvio no se perdieran.
En relación con el NIÑO (22), el sapo se convierte en un compañero de aventuras. Un niño, curioso y lleno de preguntas, descubre al sapo espía y juntos emprenden viajes secretos. El sapo, con su sabiduría y experiencia, enseña al niño a observar, a escuchar y a aprender, mostrándole que a veces, los misterios más grandes se encuentran en los detalles más pequeños.
Así, el sapo, más allá de su apariencia común, se revela como un portador de historias y aventuras, un nexo entre el pasado y el futuro, entre lo conocido y lo desconocido.