cuco, coco
CUCO (77), esa palabra que evoca al ave conocida por poner sus huevos en los nidos de otras aves, pero también a ese temor infantil ante lo desconocido, esa voz que nos llama a escondernos bajo las sábanas en las noches oscuras. El cuco representa lo misterioso, lo que se oculta en las sombras y espera el momento adecuado para sorprendernos.
En contraposición, el COCO (77) nos lleva a lugares cálidos y soleados, donde las palmeras se mecen suavemente bajo la brisa marina. Ese fruto tropical de carne blanca y jugosa y cuyo sonido al agitarlo nos habla de mares lejanos y playas de arena fina. Pero, al mismo tiempo, el coco también es ese monstruo imaginario que asusta a los niños, ese ser que viene a llevarte si no te comportas.
Al vincular CUCO y COCO con SETA (61), surge una imagen fascinante. Imagina un bosque encantado donde, al caer la noche, los cucos se transforman en pequeños seres luminosos que, en lugar de buscar nidos ajenos, buscan setas para descansar. Estas setas, con sus sombreros amplios y suaves, se iluminan al sentir la presencia de los cucos, creando un juego de luces mágicas a lo largo y ancho del bosque.
Y entre las setas, escondidos, se encuentran los cocos, que en este mundo mágico no son frutos, sino pequeñas casas donde habitan criaturas misteriosas que vigilan el bosque durante la noche. Cuando un cuco elige una seta cerca de un coco, la criatura que habita dentro sale a saludarlo, ofreciendo refugio y protección.
En este escenario, el bosque se convierte en un lugar donde lo misterioso y lo conocido se entrelazan, creando un tapeiz de historias y aventuras que solo esperan ser descubiertas.